Personas que preparan a sus hijos para el camino y no el camino para sus hijos, eso son los padres.
No te ponen pomada en la herida, no salen corriendo a buscar una tirita que te salve de la caída, no, ellos te miran a los ojos y te dicen “venga que no ha sido para tanto”…eso es un padre.
La edad va de la mano de la importancia de saber que tu padre es la única persona en el mundo capaz de decirte lo malo que eres en algo sin que te duela, sin que te lastime. La verdad es la mano de tu padre apoyada en tu hombro.
Un padre es esa mirada que se escapa detrás de un antifaz de rúan, rúan que subraya que hasta la muerte puede ser buena. Un padre es la primera gota de la bola de cera que hiciste y será la última gota que caiga cuando dejes la niñez atrás.
Jamás los verás en primera fila, un padre siempre se queda atrás, cuidando, mirando. Un padre no conoce la retaguardia en la batalla, ahí es en el único lugar donde un padre se sitúa por delante de su sangre.
Da igual que el ocaso esté cerca, si tu padre te da la mano vuelves a nacer.
La marea sube única y exclusivamente para que tu padre pueda hacerte la muralla de arena más grande de la playa.
No se acuerdan de tu cumpleaños ni saben muy bien la edad que tienes, no se acuerdan de eso pero sí de avisarte cuatro meses antes de que te caduca la ITV del coche. Eso también es un padre.
Un padre no miente, suaviza la realidad. Un padre no trabaja, invierte su tiempo para que no te falte de nada. Un padre no riñe, aconseja.
Un padre es esa persona que espanta los monstruos de tu cuarto tan solo con el sonido de sus andares camino del dormitorio.
“Niño ya tengo la papeleta de sitio”, eso es un padre…tu eterna pareja de tramo.
¡VIVAN LOS PADRES CARAMBA!