La Archidiócesis de Sevilla ha acogido este sábado, en la Catedral de Santa María de la Sede, la toma de posesión de su nuevo pastor, monseñor D. José Ángel Saiz Meneses.
En la Eucaristía celebrada en el altar del jubileo han estado presentes, además del nuncio apostólico, monseñor Bernardito Azúa, cerca de 40 obispos procedentes de diversas diócesis de España, entre los que se encontraban monseñor D. José Rico Pavés, obispo electo de Asidonia-Jerez y D. Federico Mantaras Ruiz-Berdejo, administrador diocesano, quienes han querido acompañar al nuevo arzobispo de Sevilla en el relevo de monseñor Asenjo Pelegrina como cabeza de la Iglesia en Sevilla.
La ceremonia comenzó a las once de la mañana, cuando la comitiva compuesta por el nuncio apostólico en España, el nuevo pastor de la Iglesia de Sevilla y el arzobispo emérito fue recibida en la Puerta de la Asunción de la Catedral por el Cabildo Metropolitano. Seguidamente, el deán, Teodoro León, dio a besar el Lignum Crucis al nuncio y al arzobispo, quienes se dirigieron a la capilla de la Antigua -donde está la Reserva del Santísimo Sacramento- para adorar a Jesús Sacramentado. Finalmente, se revistieron en la sacristía de los Cálices para dar comienzo a la Santa Misa.
Tras una breve alocución de monseñor Asenjo Pelegrina, el nuncio presentó a monseñor Saiz Meneses, se mostraron y leyeron las Letras Apostólicas firmadas por el papa Francisco. Así, monseñor Saiz Meneses ocupó la cátedra y recibió el báculo, formalizando con este gesto el relevo al frente de la Archidiócesis. Seguidamente, una representación de sacerdotes, religiosas y laicos subió al presbiterio para saludar al nuevo arzobispo de Sevilla.
Monseñor Saiz Meneses, arzobispo de Sevilla, expresó durante su homilía que inicia su ministerio episcopal con asombro y con profundo respeto: «Como el profeta Jeremías, me siento pequeño e indigno». Así, «la confianza en el Señor, que da la gracia para llevar a cabo la misión encomendada, y la confianza en todos vosotros, en vuestra oración y colaboración, me dan la fuerza para iniciar este camino», manifestó. En el gran eslabón de la cadena apostólica «el Señor me ha conducido hasta aquí, al servicio de esta querida Iglesia diocesana de Sevilla». Por tanto, «llego a una diócesis con una historia fecunda y brillante, de profundas raíces cristianas, que ha dado inmensos frutos de fe y amor, de cultura, de arte, de solidaridad, a lo largo de los siglos».