Por favor dos cervezas en vaso de tubo y media de pollo frito que estoy esperando a que venga mi abuela.
En mi pueblo sabemos de sobra que la muerte no es más que una fina línea que separa el “estar” con el “estar eternamente en el corazón de los tuyos”. Vida eterna creo que llaman a eso.
La vida eterna es que tu padre te siga ayudando con el cirio aún llevando cruz. La vida eterna es recordar a tu abuelo cuando el poniente te besa en el único sitio donde el tiempo se paró para que siempre tengas seis añitos.
Déjate de flores y ponme dos cervezas en vaso de tubo que hoy vuelvo a brindar con los ojos color trigo dando su mejor cosecha más bonitos del mundo.
El recuerdo se queda en la puerta de los cementerios, las flores para los Palios y las lágrimas para los paritorios que es donde se tiene que llorar… y siempre de alegría.
La muerte definitiva sabe que en mi barrio los amaneceres ganan a los ocasos.
Ahí llega, la misma manera de caminar. Tú envejeces mientras el recuerdo sigue llegando triunfal, sin dejar hueco a la menor duda. El recuerdo es subrayar lo bonito de la vida, de sus vidas.
La vida eterna es la estampita de la Soledad que llevaba tu abuelo en la cartera, la vida eterna es el olor del rosario de tu tía. La vida eterna es cerrar los ojos y sentir, vivirlo de nuevo.
Suenan unos tacones y sigues girando la cabeza para buscarla, eso es vida eterna.
La eternidad es una túnica colgada esperando recobrar vida año tras año, la eternidad es un traje de flamenca zancadilleando una guadaña que no tiene maneras de sesgar los recuerdos.
El final es única y exclusivamente volver a empezar en otros corazones.
Por favor, dos cervezas en vaso de tubo que acaba de llegar mi abuela. Y es que, querido amigo, una abuela estará viva mientras uno de sus nietos siga alzando la vista para buscarla, para encontrarla, sentada en su placita.
¡VIVA LA VIDA ETERNA CARAMBA!